jueves, 10 de septiembre de 2009

145. La novela del tiempo - Capítulo 5



Después de este discurso que ponía de manifiesto con total claridad las ideas de María sobre el tema, Enrique fue el primero en hablar y dijo que si bien comprendía cabalmente la posición de ella, quería expresar que el progreso de la ciencia muchas veces se había basado en conceptos, teorías o dispositivos cuya utilidad inmediata no era evidente o en experimentos cuyos riesgos no eran totalmente conocidos. María, evitando iniciar un debate en ese momento, le preguntó a Juan: “¿y a vos que te parece?”, a lo que éste respondió: “en realidad hasta hoy yo pensaba más bien en cuestiones técnicas, digamos... un fundamento físico para el diseño, una estimación de la energía necesaria para su funcionamiento, cuestiones de concepto del tipo de si la máquina hace viajar al viajero pero ella misma permanece en su época o bien se desplaza temporalmente con el viajero en su interior... pero ahora, después de tu exposición, estoy seguro de que nos has dado un enfoque tan original y tan ajustado a la realidad que voy a necesitar un tiempo para asimilarlo totalmente. Sin embargo, si querés oír un intento de comentario, te puedo decir un par de cosas. En primer lugar, lo que decís me parece correctísimo y describe una característica del experimento en la que no había pensado: el factor humano; en segundo lugar, el análisis cuidadoso de lo que nos has dicho podría, con alta probabilidad, llevarme al convencimiento de que lo lógico sería abandonar la idea de poner en marcha una máquina del tiempo”. “¿Tan rotundo como eso?”, intervino Enrique, “bueno, yo dije tan solo alta probabilidad, no seguridad... les repito que tengo que asimilar muy bien todas estas ideas que son nuevas para mí”, dijo Juan dirigiéndose a los dos.
“María, por qué no nos contás un poco como fueron surgiendo estas ideas”, interrogó ahora Juan. “Bueno, la verdad es que empecé a analizar estas ideas después de un congreso que se hizo aquí en La Plata sobre física de fluidos hace varios años...” “Disculpame”, interrumpió un tanto bruscamente Juan, “¿uno que se llamó algo así como problemas actuales de la física de fluidos y sus aplicaciones?” “Exactamente...”, respondió María. “Ah, entonces te conozco de ahí, yo también estuve...” dijo Juan con una amplia sonrisa, ya que había resuelto el dilema que se le había planteado al comienzo de la visita a la casa de María. “¿No me digas?”, respondió ella... “Ah, sí tenés razón, ya me acuerdo... hasta estuvimos en la misma mesa durante el almuerzo que se hizo el primer día; vos estabas con dos muchachos de Exactas de Buenos Aires” prosiguió María. “Si, claro, Jorge y Fernando... ahora me acuerdo que vos te quedaste conversando un largo rato con Jorge después del café..” “Efectivamente, fue así”, dijo María y continuó: “y precisamente esa conversación con Jorge está relacionada con lo que estaba diciendo antes, porque el tema principal fue el análisis de cuáles deberían ser las características fundamentales de un proyecto científico para considerar como algo correcto su realización. Quiero decir: correcto desde todos los puntos de vista posibles...” “Qué interesante todo eso, María... y, ¿nos podés contar los detalles de esa conversación?” dijo Enrique. A lo que María respondió: “en resumen fue así: después de analizar qué características no científicas podía tener un proyecto de investigación, digamos: recursos financieros, riesgos, utilidad posible y cosas así, llegamos a la conclusión de que había que abandonar la posición ingenua consistente en que hay que investigar todo lo que la curiosidad del científico sugiera como interesante y, en cambio, sopesar cuidadosamente todas las demás características del proyecto. Aplicado a lo que nos reúne hoy sería lo que yo les comenté hace un rato: no realizar una máquina del tiempo porque sí, porque tenemos curiosidad de ver qué pasa o porque parece un logro importante sino, más bien, tener en cuenta todas las demás características o consecuencias de esa realización.”
Como en ese momento, su auditorio esta literalmente abrumado por la consistencia absoluta de esos razonamientos, María sugirió un pequeño descanso durante el cual les prepararía una pequeña sorpresa en la cocina. Enseguida, Juan y Enrique se dirigieron nuevamente al balcón que ya estaba fuertemente iluminado por el sol del comienzo de la tarde.

2 comentarios:

Roberto dijo...

Realmente, estoy interesado en conocer el capítulo 6, no sólo por los comentarios de María, sino también por enterarme de lo que cosinará, ¿será tal vez unos fideos con salsa de tomates cherri? y, ¿qué vino ofrecerá?
Saludos.

Roberto dijo...

RobertoV, María ofrecerá algo rápido pero exquisito que hará en el horno.
En cuanto al vino... el autor está meditando cuál será.
Pero aún falta para que aparezca el Capítulo 6.

Un abrazo desde el otro extremo de la ciudad.