lunes, 31 de agosto de 2009

139. La novela del tiempo - Capítulo 2



Enrique arregló telefónicamente con María que el encuentro sería el sábado de la siguiente semana en la casa de ella en La Plata, ya que entre lunes y viernes era virtualmente imposible concordar un horario por las obligaciones que todos tenían. La demora de unos diez días había sido sugerida por María para que cada uno de los tres pudiera ordenar sus ideas e inquietudes y, tal vez, hacer un breve resumen escrito para los demás.
Cuando Enrique le comunicó a Juan esos detalles, éste le dijo que si bien era una excelente propuesta retrasar un poco la entrevista con el fin de organizarse, también era cierto que se sentía un tanto ansioso con todo lo que tenía que ver con el tema que lo obsesionaba y la espera le iba a resultar difícil de soportar.
Efectivamente, la semana siguiente se presentó complicada para Juan ya que en medio de sus tareas no dejaba de pensar en la inminente reunión. En particular, seguía resonando en sus oídos la frase "el enfoque de María era más bien desde el punto de vista del ser humano..."
Enrique y Juan se encontraron el jueves por la tarde y conversaron acerca de sus expectativas sobre lo del sábado. Mientras que Enrique creía que podrían obtener alguna información útil de ese intercambio de ideas, Juan era más bien escéptico ya que argumentaba acerca de qué clase de información técnica valiosa poseería alguien que provenía del área de la Matemática, mostrando así el prejuicio clásico de los de su profesión. Pero, finalmente, tuvo que acordar con Enrique en que, en el peor de los casos, habrían hecho un lindo paseo a una ciudad que tenía lugares muy bonitos.
El sábado se encontraron en la terminal de trenes de Constitución a las ocho de la mañana porque, aunque a ninguno de los dos le gustaba madrugar, habían convenido con María llegar a su casa cerca de las diez.
Se encaminaron a la plataforma once y, en cuanto subieron, consiguieron un buen lugar para sentarse ya que los fines de semana y, sobre todo a esa hora, los trenes andaban bastante vacíos. Enrique se sentó junto a la ventanilla y Juan a su lado. Estuvieron un buen rato en silencio quizá porque cada uno creía que el otro estaría ocupado ordenando sus ideas ya que, por supuesto, ninguno de los dos había realizado la tarea del informe escrito. Juan rompió el silencio con un "che, Enrique, ¿vos de dónde la conocés a María?", a lo que Enrique le respondió: "Mirá, la cosa es así: ella empezó estudiando Ingeniería en Buenos Aires pero cuando estaba en segundo año la familia se fue a vivir a Tolosa, que por aquella época era un pueblito muy cercano a La Plata y ahora, como sabés, es un barrio más de la ciudad. Y no tenía ninguna intención de viajar más de tres horas por día, ¿entendés? Además de eso se le dio por la Matemática, quien sabe por qué." "¿Y ella era compañera tuya de facultad?", interrogó Juan. "Bueno, más o menos... cursamos una de primero y tres de segundo juntos" "¿y cómo era para ese entonces...?" "Mirá, la verdad es que era un poco extraña; una cosa que recuerdo es que siempre andaba con algún libro que no era de las materias que cursaba... qué se yo, Filosofía, Psicología... cosas así" "entonces si era compañera tuya tendrá nuestra edad, ¿no?", insistió Juan. "Sí, cuarenta y siete, cuarenta y ocho o algo así" cerró Enrique y se puso a mirar por la ventanilla.
A los pocos minutos, Juan con el propósito de retomar la conversación, dice: "¿Y dónde hay que bajar, en Tolosa o en La Plata?". Enrique, se ve que muy concentrado en algo, tartamudea "¿Qué, qué...?" "No", le dice Juan... "que dónde hay que bajar", destrozando el idioma, como corresponde a un nativo de Buenos Aires. "No", responde Enrique, destrozando del mismo modo con el adverbio la opción propuesta, "en La Plata; se compró un departamento grande en el centro...", se siente obligado a explicar. "Che, y ¿cuánto falta...?". "A ver... ésta que pasamos era Ringuelet... diez minutos, más o menos"
Cuando llegaron a La Plata eran las diez menos veinte, y, entonces, le dice Enrique a Juan: "Y si vamos caminando...? Mirá que es acá nomás y si vamos en taxi vamos a llegar temprano", haciendo que el idioma español reciba varias estocadas, una de ellas, mortal. "Dale, vamos caminando, entonces" (aquí nuestro idioma ya no se entera de lo que ha pasado...).
Cuando ya falta poco para llegar a la casa de María, inesperadamente dice Juan: "che, ¿estoy peinado...?", "mmmm, casi" le responde Enrique, y agrega: "mirá que falta una cuadra, ¿eh?", con el maravilloso "eh" enfático cuyo significado varía según la ocasión y, a veces, no significa nada.
Llegaron enseguida y Enrique tocó el timbre, mientras Juan todavía se estaba pasando un pequeño peine negro, que siempre llevaba consigo, por sus cabellos que ya comenzaban a ralear.

jueves, 27 de agosto de 2009

138. La novela del tiempo - Capítulo 1



Hacía ya unos años que Juan reflexionaba sobre la posibilidad de los viajes en el tiempo. Esa mañana mientras caminaba hacia la estación del subte se puso a pensar en algunas cuestiones de índole filosófica bastante familiares a quienes especulan con ese tema: si yo viajo en el tiempo hacia el pasado, se decía, podría eventualmente matarme a mí mismo en una versión más joven, matar a mi propia abuela paterna antes de que ella hubiera sido la madre de mi padre o, menos dramáticamente, podría retirar una revista que estaba sobre la mesa de la sala un minuto antes del instante en que recordaba que yo (en mi versión joven) me había sentado a leerla. La existencia de todas estas paradojas le daba una seguridad, al menos suficiente para convencerse a sí mismo, de que el viaje al pasado era imposible. Sin embargo no encontraba situaciones paradojales cuando consideraba el viaje al futuro. Finalmente, se decía, si yo hibernara como los osos blancos o las tortugas me despertaría un cierto tiempo más tarde sin conciencia del lapso transcurrido y, posiblemente por la reducción del metabolismo, sin casi envejecimiento alguno. Por otra parte recordaba que cuando era alumno de la licenciatura en Física había escuchado en una clase sobre la relatividad de Einstein la famosa paradoja de los mellizos. Esta paradoja consistía en imaginar que uno de los mellizos sale del planeta para un viaje a altísimas velocidades, próximas a la de la luz, y luego retorna para encontrar que, para su hermano o para un reloj cualquiera que indicara la fecha, ha transcurrido un intervalo temporal mucho mayor que para él o para su propio reloj. Un rápido análisis de todo esto le sugería que, al menos como hipótesis, el viaje al futuro no presentaba contradicciones lógicas evidentes.
Pero la cuestión técnica era mucho más difícil de imaginar que las consecuencias sociales. ¿Sobre qué bases se podría diseñar una máquina para viajar al futuro? La primera idea que le pasó por la cabeza fue copiar el argumento de la paradoja de los mellizos: pensaba que un viaje muy rápido no significaba necesariamente un viaje a un lugar muy lejano, bastaría con diseñar alguna clase de nave, habitáculo o lo que fuera que desarrollara velocidades suficientemente altas... En ese instante se dio cuenta de que eso era imposible ya que, considerar a la vez velocidades altas y no tener que ir muy lejos llevaba a pensar en trayectos cerrados, por lo tanto con curvas y, entonces, las fuerzas centrífugas sufridas por el viajero serían muchísimo más intensas que lo soportable humanamente.
Cavilando de este modo, llegó a su estación habitual del subte, pasó su tarjeta y después de subir al tren, sus pensamientos decayeron a cuestiones más terrenales como organizar los temas de los que pensaba hablar en cierta clase de Física que debía dar esa mañana en la Universidad, observar a cierta pasajera un poco más bonita que el promedio o decidir qué banco debía visitar para retirar algún dinero del cajero automático. Hasta es posible que durmiera algunos segundos aunque viajaba de pie en el pasillo del vagón. Luego de llegar a la estación terminal, recorrió a largos pasos algunas cuadras por el centro de Buenos Aires tratando de dispersar un poco esos pensamientos, un tanto obsesivos, sobre el tiempo.
En cuanto hubo llegado a la universidad donde trabajaba se encontró con Enrique, un amigo ingeniero, que lo invitó a tomar un café. Como tenía cierto tiempo libre, aceptó. Después de conversar sobre los temas del momento, se atrevió a contarle las cosas que había pensado durante el viaje. Enrique lo escuchó atentamente y le comentó que había varias ideas circulando sobre ese tema, sobre todo provenientes del ambiente de los cosmólogos. Cuando Juan le preguntó si habia indicios concretos sobre la factibilidad de una máquina para viajar en el tiempo (porque finalmente ése era su interés principal), le contestó que cualquier idea sobre el tema siempre venía unida a conceptos como energías enormes, inversiones extravagantes, construcción de algo así como atajos o pasadizos en el espacio-tiempo y, lo que era más decepcionante, larguísimos plazos para que esas ideas pudieran eventualmente volverse realidades. Pero enseguida recordó que conocía a una doctora en Matemática llamada María, de la vecina ciudad de La Plata, que alguna vez le había manifestado un cierto interés sobre esos mismos temas pero que su enfoque era más bien desde el punto de vista del ser humano que pudiera hacer alguna clase de viaje temporal y no tanto de la factibilidad técnica del viaje en sí.
Como Enrique también había comenzado a interesarse en el tema, convinieron en que sería una buena idea concertar una entrevista con esa matemática de La Plata, luego de lo cual se despidieron y cada uno se dedicó a sus actividades del día. Pero Juan se quedó pensando... ¿que significaría eso de que el enfoque de María era más bien desde el punto de vista del ser humano...?

miércoles, 26 de agosto de 2009

137. Próximamente... la novela

Es un gran placer para mí informar a los lectores que pienso publicar aquí una micronovela. Espero que sus "microcapítulos" puedan estar disponibles, a razón de uno por semana, los días viernes o, a más tardar, los sábados. Varias veces he tratado de escribir algo fuera del ámbito profesional pero creo que me faltaba la presión de los plazos de entrega para lograr concretar ese proyecto... aparte del talento, agregarán algunos de mis amigos. Como los lectores pueden advertir, logro esa presión (pero no el talento... ) publicando este parrafito.
Esas entregas semanales serán párrafos del blog el que, igualmente, seguirá teniendo otros sobre temas variados, como hasta ahora.
Saludos cordiales y hasta el viernes.

viernes, 21 de agosto de 2009

136. Un concurso más

En el video del párrafo 134, Amaya Uranga cambia dos palabras al cantar "Eres tú".
¿Cuáles son esas palabras?
Agrego que no se trata de un error de transcripción del sitio del cual tomé la letra, ya que en otra versión también realizada para el mismo festival pero no "en vivo" se oye claramente la letra correcta.
Quien acierte llevará el premio de "Oyente Perfecto y Detallista".
Saludos a todos desde Buenos Aires.

jueves, 20 de agosto de 2009

135. ¿Más música?

Pero... ¡qué musica!
Que la disfruten.



Over the rainbow

Harold Arlen - Yip Harburg

Somewhere over the rainbow, way up high
There's a land that I heard of, once in a lullaby
Somewhere over the rainbow, skies are blue
And the dreams that you dare to dream, really do come true

Someday I'll wish upon a star, and wake up where the clouds are far behind me
Where troubles melt like lemon drops, away above the chimney tops
That's where you'll find me

Somewhere over the rainbow, bluebirds fly
Birds fly over the rainbow, why then, oh why can't I?

If happy little bluebirds fly beyond the rainbow, why, oh why can't I?

jueves, 6 de agosto de 2009

134. Trece mil visitas

He pensado que ya tengo bastante aburridos a mis lectores con mis comentarios "institucionales" cada mil visitas, así que me decidí por poner algo de música.
Se trata de una melodía muy conocida de la década de los '70 que, en cierto modo puede representar algo que muchas veces olvidamos en el diario trajinar: que cada uno de nosotros puede ser muy importante para alguien en algún momento. Recordar esa posibilidad puede, a veces, ser trascendente para esa persona. Bueno, sólo eso. Los lectores seguramente podrán, como siempre, enriquecer con sus opiniones esta sencilla propuesta.
Saludos muy cordiales para todos y... ¡a la música!



Eres tú

Juan Carlos Calderón

Como una promesa, eres tú, eres tú.
Como una mañana de verano.
Como una sonrisa, eres tú, eres tú.
Así, así, eres tú.

Toda mi esperanza, eres tú, eres tú.
Como lluvia fresca en mis manos
como fuerte brisa, eres tú, eres tú.
Así, así, eres tú.

Eres tú como el agua de mi fuente (algo así eres tú)
Eres tú el fuego de mi hogar
Eres tú como el fuego de mi hoguera
Eres tú el trigo de mi pan.

Como mi poema, eres tú, eres tú.
Como una guitarra en la noche,
todo mi horizonte eres tú, eres tú.
Así, así, eres tú.

Eres tú como el agua de mi fuente (algo así eres tú)
Eres tú el fuego de mi hogar
Eres tú como el fuego de mi hoguera
Eres tú el trigo de mi pan.

Eres tú...