jueves, 27 de agosto de 2009

138. La novela del tiempo - Capítulo 1



Hacía ya unos años que Juan reflexionaba sobre la posibilidad de los viajes en el tiempo. Esa mañana mientras caminaba hacia la estación del subte se puso a pensar en algunas cuestiones de índole filosófica bastante familiares a quienes especulan con ese tema: si yo viajo en el tiempo hacia el pasado, se decía, podría eventualmente matarme a mí mismo en una versión más joven, matar a mi propia abuela paterna antes de que ella hubiera sido la madre de mi padre o, menos dramáticamente, podría retirar una revista que estaba sobre la mesa de la sala un minuto antes del instante en que recordaba que yo (en mi versión joven) me había sentado a leerla. La existencia de todas estas paradojas le daba una seguridad, al menos suficiente para convencerse a sí mismo, de que el viaje al pasado era imposible. Sin embargo no encontraba situaciones paradojales cuando consideraba el viaje al futuro. Finalmente, se decía, si yo hibernara como los osos blancos o las tortugas me despertaría un cierto tiempo más tarde sin conciencia del lapso transcurrido y, posiblemente por la reducción del metabolismo, sin casi envejecimiento alguno. Por otra parte recordaba que cuando era alumno de la licenciatura en Física había escuchado en una clase sobre la relatividad de Einstein la famosa paradoja de los mellizos. Esta paradoja consistía en imaginar que uno de los mellizos sale del planeta para un viaje a altísimas velocidades, próximas a la de la luz, y luego retorna para encontrar que, para su hermano o para un reloj cualquiera que indicara la fecha, ha transcurrido un intervalo temporal mucho mayor que para él o para su propio reloj. Un rápido análisis de todo esto le sugería que, al menos como hipótesis, el viaje al futuro no presentaba contradicciones lógicas evidentes.
Pero la cuestión técnica era mucho más difícil de imaginar que las consecuencias sociales. ¿Sobre qué bases se podría diseñar una máquina para viajar al futuro? La primera idea que le pasó por la cabeza fue copiar el argumento de la paradoja de los mellizos: pensaba que un viaje muy rápido no significaba necesariamente un viaje a un lugar muy lejano, bastaría con diseñar alguna clase de nave, habitáculo o lo que fuera que desarrollara velocidades suficientemente altas... En ese instante se dio cuenta de que eso era imposible ya que, considerar a la vez velocidades altas y no tener que ir muy lejos llevaba a pensar en trayectos cerrados, por lo tanto con curvas y, entonces, las fuerzas centrífugas sufridas por el viajero serían muchísimo más intensas que lo soportable humanamente.
Cavilando de este modo, llegó a su estación habitual del subte, pasó su tarjeta y después de subir al tren, sus pensamientos decayeron a cuestiones más terrenales como organizar los temas de los que pensaba hablar en cierta clase de Física que debía dar esa mañana en la Universidad, observar a cierta pasajera un poco más bonita que el promedio o decidir qué banco debía visitar para retirar algún dinero del cajero automático. Hasta es posible que durmiera algunos segundos aunque viajaba de pie en el pasillo del vagón. Luego de llegar a la estación terminal, recorrió a largos pasos algunas cuadras por el centro de Buenos Aires tratando de dispersar un poco esos pensamientos, un tanto obsesivos, sobre el tiempo.
En cuanto hubo llegado a la universidad donde trabajaba se encontró con Enrique, un amigo ingeniero, que lo invitó a tomar un café. Como tenía cierto tiempo libre, aceptó. Después de conversar sobre los temas del momento, se atrevió a contarle las cosas que había pensado durante el viaje. Enrique lo escuchó atentamente y le comentó que había varias ideas circulando sobre ese tema, sobre todo provenientes del ambiente de los cosmólogos. Cuando Juan le preguntó si habia indicios concretos sobre la factibilidad de una máquina para viajar en el tiempo (porque finalmente ése era su interés principal), le contestó que cualquier idea sobre el tema siempre venía unida a conceptos como energías enormes, inversiones extravagantes, construcción de algo así como atajos o pasadizos en el espacio-tiempo y, lo que era más decepcionante, larguísimos plazos para que esas ideas pudieran eventualmente volverse realidades. Pero enseguida recordó que conocía a una doctora en Matemática llamada María, de la vecina ciudad de La Plata, que alguna vez le había manifestado un cierto interés sobre esos mismos temas pero que su enfoque era más bien desde el punto de vista del ser humano que pudiera hacer alguna clase de viaje temporal y no tanto de la factibilidad técnica del viaje en sí.
Como Enrique también había comenzado a interesarse en el tema, convinieron en que sería una buena idea concertar una entrevista con esa matemática de La Plata, luego de lo cual se despidieron y cada uno se dedicó a sus actividades del día. Pero Juan se quedó pensando... ¿que significaría eso de que el enfoque de María era más bien desde el punto de vista del ser humano...?

13 comentarios:

Víctor dijo...

Esta novela promete ser interesante... ¿podrá su protagonista -a quien me imagino con el aspecto de un senador romano- construir su máquina del tiempo? ¿o nos desvelará en el proceso -¡y de forma inteligible!-, que tal obra es imposible? ¿qué habrá pensado María? ¿hay que esperar TODA UNA SEMANA para que continúe la novela? Apunte sobre una posible utilidad de la máquina del tiempo: poder seguir con el relato YA.

Roberto dijo...

Pero no te olvides, Víctor, que aparentemente el viaje al futuro sería irreversible por la imposibilidad del viaje al pasado (según relata Juan) y podrías ver el capítulo dos pero... te perderías quizás otras cosas más interesantes, ¿no?
Un abrazo desde Buenos Aires.

Manu dijo...

Genial Roberto,
siempre me interesó mucho este tema de los viajes en el tiempo, aunque con el correr de los años (y mientras fui aprendiendo un poco del tema) fui perdiendo esperanzas de que sea posible...

te felicito por animarte a escribir!
Manu

Roberto dijo...

Gracias Manu, espero que también te interesen los próximos capítulos.
Saludos.

Myriam dijo...

A mi en lo personal me hubiera gustado que la matemática de la historia se llamara algo así como Natalia Yvanova y que en lugar de Juan hubiera sido un nombrecito más rimbombante, algo así como... de senador romano ¿por qué no?, pues yo también me lo imagino como un físico elegante, rubiecito y que intimida a los alumnos nadamás de verlo :)

Veremos que pasa con la historia, sin duda será interesante. Ojalá que como buena novela lleve involucrado también algo de suspenso, romance y crimen aunque claro, eso ya lo decidirá el autor :)

¡Saludos!

Roberto dijo...

Bueno, Myriam, el autor pensó en varios nombres para cada personaje pero enseguida se decidió por Juan y María para Juan y María, mientras que Enrique apareció luego como un buen nombre tomado de un muy buen amigo del autor que, ¡¡curiosamente!! no es ingeniero sino experto en Ciencia Política. ¿Cómo ves?

Besos desde Buenos Aires.

Roberto dijo...

Bueno, bueno. Qué me encuentro hoy!! Muy buen relato, y me dejó esperando la segunda entrega.
Me gustaría agregar, para que mi comentario tenga al menos la altura del del autor que:
La mecánica cuántica con su teoría de los multiversos quita toda contradicción lógica a los viajes al pasado, en efecto, esta teoría establece que en cada instante el universo se ramifica en tantas formas como la diversidad de acontecimientos requiera, y entonces la "vida" podría seguir por alguna de estas ramificaciones (ya se han escrito varios cuentos de ciencia ficción que apelan a este recurso) cuando leí la teoría científica, no se comentaba nada al respecto, pero no hay ninguna contradicción en irse al pasado, matar al yo joven, ya que entonces el yo viejo proviene de otra linea de probabilidad. Se que suena loco, pero ¿qué no en el marco de la mecánica cuántica?
En cuanto a la hibernación, y ahora más mundano, les recomiendo una película polaca que por aquí se llamó sex-mission (debe ser de principios de la década de los 80 del siglo pasado) y realmente es espectacular el desarrollo que se hace del tema en ella. En los videoclubs de Bs As no la he podido encontrar, espero que los lectores off-BA puedan hacerlo.
Saludos y esperemos que la semana pase rápido para que podamos leer el capítulo 2.

Víctor dijo...

Con el nivel que hay en este blog creo que por fin podré despejar la vieja duda de los viajes en el tiempo, estoy ansioso porque llegue la respuesta definitiva.

¿¿¿"Sex-mission"???? ejem... ¿podré alquilar esa película siendo menor de 45 años?

Myriam dijo...

Como que falta mucho para que sea nuevamente viernes ¿no creen?, a mi ya me carcome la curiosidad por saber que sigue.

Roberto dijo...

Bueno... a ver... querido público avido de seguir leyendo: puede que la publicación del capítulo 2 se pueda adelantar un poco. Manténganse en contacto. Un abrazo para todos.
Roberto.

Roberto dijo...

Victor, Claro que te la alquilarán, si la peli hasta tiene una entrada en.
Lo que sí, si tienes más de 42, tal vez te resulte raro las acciones de Armanda (en referencia a tu lectura reciente).

Roberto dijo...

Bup, no salió wiki!! La entrada para la peli es:
http://es.wikipedia.org/wiki/Seksmisja

Víctor dijo...

Ya he visto el link RobertoV, tiene buena pinta la película, intentaré verla..

En el planteamiento me ha recordado a "El dormilón" de Woody Allen, algunos años anterior. Si no la has visto, te la recomiendo.